jueves, 27 de octubre de 2022

“Selk’nam nam. Aykams, hanakenek kach mak’on” Pueblo Selk’nam. Ayer, hoy y mañana

 

Artículo para Turba Tol Hol-Hol 

Bienal de Venecia 2022

Pabellón chileno.


En los tiempos antiguos, nuestros mayores así lo contaban, y así lo contaré. 

Se decía, se contaba que los antiguos, los primeros Selk’nam que habitaron karokynká eran inmortales, y de tanto existir, cuando se cansaban, ellos descansaban y dormían plácidamente, entonces, algunos introspectos en el éxtasis del descanso simplemente decidieron no despertar, fue entonces que, sin morir, ellos se convirtieron en montañas, en ríos, en rocas y en todos esos paisajes que hoy nos conmueven, incluyendo la turba. La turba es parte de nuestra historia, en ella descansan nuestros hoowen, y también los cuerpos de quienes cansados de iterar entre la vida y el descanso, en algún momento comenzaron a morir, entonces, la turba es parte de la existencia misma del pueblo Selk’nam, es parte de nuestra historia y de nuestro linaje, es un ser que vive, que respira, es la mezcla perfecta, la comunión de karo, sho’on, telsaks, chown, xawqe kash, kaspek kar. La tierra, el cielo, las estrellas, el agua, el fuego y el gran espíritu que nos protege. En ella se encuentra nuestra memoria, parte de esa historia esquiva para el curioso visitante, pero que emana desde el alma del habitar del Selk’nam.



En la turba jugaban nuestros abuelos y abuelas cuando en su propia infancia eran aún libres de la civilización avasalladora y asesina. Sus pies se hundían en el spagnum provocando esa reacción innata en los niños y saltaban cuan resorte, se escondían y se empapaban en sus aguas cristalinas de las que bebían el más puro brebaje que nos otorga la madre naturaleza, el agua, la vida. Las grandes extensiones de turberas en karokynká, al sur de tierra del fuego eran un punto de encuentro. En la turba se encontraban muchos amigos, que en su infinita sabiduría coexistían y nos enseñaban a relacionarnos en armonía y respeto con todos los habitantes de aquellos parajes, habían insectos que vivían sus pequeños ciclos dejando sus enseñanzas, llegaban aves a comer de sus bayas y también sería, hace muchos años cuando nuestros ancestros caminaban libres, un buen refugio a la hora de descansar, pues eran almohadas perfectas que se acomodaban a la estructura de cada cuerpo, proporcionando un descanso reparador… La flora y la avifauna, aun encuentran el espacio para crecer, descansar, anidar y continuar con el ciclo de la vida, un ecosistema semi flotante externo, que contrasta con el ecosistema interno, propio lleno de fantasías y de riquezas milenarias que desconocida aun para muchos, es hoy un foco de atención mundial, sólo se conoce el poder que tiene de acumular grandes cantidades de carbono, una cárcel natural para aquellas emisiones de contaminantes que los seres humanos emitimos sin reserva alguna, un lugar escondido en donde sin que lo imaginemos, esos cientos, quizás miles o millones de hoowen en algo así como 10.000 años de existencia conocida, atrapan a ese contaminante que acecha al planeta calentando sin piedad a nuestro hogar común que es el planeta Tierra. 




La turba también proveía del preciado junco, material para fabricar la tayqa, que era parte de los enceres principales, donde se recolectaba y almacenaba la comida… los niños también participaban de esta actividad, pues nada era de exclusivo conocimiento y dominio de hombres o mujeres, los niños y niñas, en su crecimiento debían estar preparados para cualquier acontecimiento, desde hacer la tayqa para almacenar el alimento que debían aprender a recolectar, aprendían a hacer corrales en las orillas del mar para pescar, así como mariscar, debían aprender a hacer buenas flechas y cazar, como saber levantar un kawe para refugiar a la familia cuando la caminata se detenía. Conocer el viento, las nubes, sentir el olor de la humedad, y reconocer el canto de los pájaros, era fundamental. Entenderlos, comunicarse con ellos era imprescindible, cada uno en su canto contaba alguna historia, entender esa historia podía significar algún peligro cercano o indicaba que estaba cerca alguna presa para la caza, comida. La naturaleza, no habla por hablar, se comunica y entender sus mensajes puede ser definitivo a la hora de detener la marcha, levantar un refugio o de cazar. Es parte de una forma de vida que hoy recordamos y evocamos con nostalgia, y entendemos que debemos aprender de los antiguos si queremos mantener la sobrevivencia en nuestro planeta. 

El yoowen es parte del recuerdo sagrado, es alimento, abrigo, refugio, amigo…vida. Es el amigo que está desde que el selk’nam habría sus ojos hasta que los cerraba para emprender su viaje a las estrellas. No se entiende, no entendemos, cómo es posible que aquellos terrenos inundados de spagnum, agua, barro y “leseras” puedan ser tan importantes para la continuidad de la vida misma. ¿Qué pasaría si se terminan de romper las turberas? Existen muchas explicaciones, quizás es más fácil resumir diciendo que se liberarían grandes cantidades de carbono a la atmósfera, acelerando el calentamiento global de una manera inimaginable, que los pocos años que se pronostican de la hecatombe climática, se reducirían quizás a menos de la mitad…y aun conociendo esta simple explicación, el ser humano, animal pensante e inteligente que se encuentra a la cabeza de las especies vivas en la Tierra, sigue buscando excusas para justificar un progreso ficticio a costas de destruir las turberas entre otros reservorios naturales y enriquecer cuentas bancarias que no significarán nada el día que ya no se pueda comprar oxígeno ni agua.


De ancestro a materia prima 

Hol-hol, dejó de estar en la retina y el recuerdo de la gente que quedó habitando el territorio, ellos nada sabían del significado que tienen los elementos en este espacio de tierra, de agua y leseras…llegaron estudiosos, científicos y rebautizaron a todo el entorno con nombres extraños y lejanos. Spagnum magellanicum, así dicen que se llama el hol-hol. Es ahora visto como materia prima para la exportación, con ella se hacen macetas biodegradables, combustible en centrales eléctricas, Sustrato en horticultura, minería no metálica. Las visiones de los antiguos, no estaban tan erradas, la necedad y el egoísmo del koleot, tarde o temprano se iba a dejar notar, y más que notar, el daño es irreparable. 

Nuestros hoowen conocían la importancia de cuidar el entorno, porque sabían que la Tierra como ente, es un ser vivo sintiente, que si lo respetas te provee de lo necesario para vivir, pero la necedad y ambición del que se dijo civilizado, no quiso aprender y esa necedad nos ha llevado a esta realidad actual, en la que ni siquiera nosotros, los selk’nam del hoy, negados, despojados de nuestros recuerdos y exiliados de nuestro territorio, pero selk’nam de sangre y linaje…podemos ser escuchados, antes eran asesinados, hoy sólo somos parte del souvenir de muchos que pretenden ser los salvadores de una cultura milenaria, pero la pregunta es ¿para qué nos quieren salvar? Claramente para dejarnos vivir en paz no es. Hol-hol es un producto, materia prima y nosotros luchamos para dejar de estar rotulados de la misma forma, la pregunta es ¿cómo hacemos entender al mundo que las culturas vivas no son explotables, comercializables ni manejables?

Las visiones de los antiguos ya preveían una destrucción tan grande que los hombres dejarían de tener la vida que conocían, si ellos, nuestros antiguos estuvieran presentes para ver todo lo que ha sucedido…ellos volverían a morir, esta vez por voluntad propia, sólo para brindarse de alimento a la amada karokynká

 Nunca lograron entender a fines del siglo 19 y principios del 20, los por qué. Es más nunca imaginaron siquiera que los antepasados serías destazados cual presa de caza para ser vendidos o entregados de la forma en que se hace y ni siquiera es para comer. La única razón por la que antaño se mataba, era para proveer el sustento, era una naturalidad alimentaria y siempre esta caza era basada en parámetros de humanidad, “no hacer sufrir” al animal, pues es un ser sintiente, al cual debemos agradecer por su existencia y por ser el sacrificio de su carne convertida en alimento. Así como se agradecía y aun se le agradece a la madre tierra cada vez que nos regala frutos, le pedimos permiso para tomar la cosecha, y le pedimos que los frutos que quedan maduren y continúen con el ciclo de vida para que el alimento nunca falte.

¿con qué ojos habrán mirado nuestros ancestros las prácticas actuales con sus ancestros, las turberas? Les secan…las cortan en trozos y las sacan…materia prima la llaman. 

Les sacan el agua. ¿Entenderán estas personas lo que significa secar una turbera? ¿Sabrán que, en ella, en esa agua pura y cristalina se encuentra el gran espíritu de la vida? Y que en cada ramita de spagnum o pompón se han acumulado por miles de años la energía de millones de nuestros ancestros.



Un nuevo día 




Entre los selk’nam, cuando nos vemos en la mañana, saludamos diciendo hach kerren!! que, literalmente significa otro día!! 

Otro día para vivir, para cuidarnos, para querernos, para compartir…otro día que la vida nos regala y que debemos empezar a valorar como un tesoro. Somos tan afortunados y no nos damos cuenta. 

En este hach kerren, tenemos la convicción que vendrán nuevas energías para empezar a conocer y a valorar a las turberas, trabajar en su cuidado y sanarlas en aquellos lugares del planeta en donde se han deteriorado por el extractivismo ignorante e indolente del progreso, es fundamental. 

Debemos entender que progresar a costa del planeta y su vida, no es progresar, debemos buscar alternativas en donde podamos coexistir de una manera respetuosa, produciendo de manera responsable, sin destruir las principales fuentes de vida. 

No deberíamos como humanos permitirnos el alimento cuando está impregnado de muerte, no deberíamos creer o dejarnos engañar con eso de la industria sustentable, cuando en realidad podemos ver, oler y sentir cómo se contamina el océano, como se talan los bosques, como se destruyen los ecosistemas nativos para reemplazarlos por especies foráneas sólo porque a alguien le conviene. 

Las turberas entre estos mal llamados recursos naturales están amenazadas, pero no es tarde, nunca lo es cuando existimos seres humanos pensantes y sintientes, que conectamos con la Tierra como ente.

 Debemos empezar a tener el hach kerren con la convicción de que podemos encontrar la manera de sobrevivir al flagelo del cambio climático si empezamos a valorar lo que queda de nuestro planeta y lo empezamos a cuidar como lo que es, nuestro más bello y preciado tesoro. 

Solo queda decir, como decían nuestros hoowen . 

Hach kerren hol-hol tol. Otro día para el corazón de turbera.



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