viernes, 28 de mayo de 2021

Muerte….una mirada desde la cultura Selk’nam

 

Ponencia para Universidad Finis Terrae 2019 

Hema’ny Molina Vargas

"Hay que esperar lo inesperado y aceptar lo inaceptable. ¿Qué es la muerte? Si todavía no sabemos lo que es la vida, ¿cómo puede inquietarnos conocer la esencia de la muerte?" Confucio (551 a. C. - 479 a. C.) filósofo chino





La muerte (a veces referida por los eufemismos deceso, defunción, fallecimiento, óbito, expiración, perecimiento, fenecimiento, cesación) es un efecto terminal que resulta de la extinción del proceso homeostático en un ser vivo; y con ello el fin de la vida. Puede producirse por causas naturales (vejez, enfermedad, consecuencia de la cadena trófica, desastre natural) o inducidas (suicidio, homicidio, eutanasia, accidente, desastre medioambiental).

El proceso de fallecimiento, si bien está totalmente definido en algunas de sus fases desde un punto de vista neurofisiológico, bioquímico y médico, aún no es del todo comprendido en su conjunto desde el punto de vista termodinámico y neurológico, y existen discrepancias científicas al respecto.

Desde que nacemos, lo único que podemos tener seguro en la vida es que moriremos, sin embargo el cómo nos preparamos para este momento suele marcar la primera diferencia, ya que será, según nuestra cultura, el como a fin de cuentas viviremos este proceso a la hora de despedir a un ser querido que ha muerto


"Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo".

Ernest Hemingway (1899-1961) escritor y periodista estadounidense


Es así que el sentido de la muerte no se puede concebir como un acontecimiento aislado de la espiritualidad, la fe y o la religión.

A través de la historia, podemos repasar diferentes cultos que llevan consigo la esperanza de una continuidad de la vida, apartando así de la mente la idea de que con la muerte todo termina.

En este sentido podemos decir que la muerte termina siendo sinónimo de incertidumbre y miedo, ya que sólo podemos especular con lo que sucede al ser que habita el cuerpo, una vez que lo ha dejado.

Hablar de muerte siempre se asocia con la oscuridad, con lo lúgubre, incluso con lo fantasmal. Por qué sucede esto? Tendrá que ver con las ideas pre concebidas que nos inculcan de acuerdo a nuestra cultura y religión?

Para quienes profesan la fe Cristiana debiera ser la muerte un sinónimo de vida eterna y redención, sin embargo, se empaña con el miedo pre concebido del castigo y la culpa, ya que para los Cristianos no solo existe el paraíso, premio eterno para aquellos que obran de acuerdo a las reglas del Cristianismo. También los espera el purgatorio y el infierno. Pero…tanto el paraíso como el infierno son realmente parte de la fe cristiana? O es parte del dogma de una religión creada por el ser humano como medio de control? Sea cual fuere la respuesta el resultado es uno solo, la muerte es sinónimo de miedo.

Los budistas en cambio aceptan la muerte como parte del proceso de la vida en una iteración constante, pues saben que el ser querido que muere, volverá, ya que ellos creen en la reencarnación.

Existen muchos tipos de manifestaciones y ritualidades con que se recibe a la muerte dependiendo del lugar del mundo, de la época histórica y de la cultura, pero en todas existen patrones comunes.

El dolor de perder a un ser amado, el miedo de no saber dónde vamos y la necesidad de creer que algo continúa, que no se termina.

Es por esta creencia que muchas culturas enterraban a sus muertos con provisiones, ropas y armas, para que cuando lleguen a ese lugar a donde van, puedan contar con lo básico para esa continuidad en el otro lado, tenemos ejemplos como los egipcios que enterraban a sus muertos de acuerdo a su clase social, y según ella llevaban más o menos pertenencias, llegando incluso a enterrar vivos a los súbditos del faraón, pues éste, dejaba este mundo con todas sus pertenencias.

Está claro que en las denominadas grandes civilizaciones de la historia, las clases sociales juegan un papel preponderante. Lo podemos ver hoy en día, acá muy cerca en el cementerio general que guarda de alguna manera la historia de Chile al menos desde su inauguración, un 9 de diciembre de 1821 por el entonces director supremo don Bernardo O’Higgins

Cabe señalar que en un principio, este cementerio era sólo para católicos y que luego en 1854, se creó el patio de los disidentes o protestantes.

El decreto de cementerios de 1871 estableció la sepultura sin distinción de credo en un espacio debidamente separado para los disidentes y permitió la creación de cementerios laicos con fondos fiscales o municipales que debían ser administrados por el Estado o el municipio.

El 2 de agosto de 1883, se promulgó la ley de cementerios civiles (como parte de las leyes laicas) bajo la presidencia de Domingo Santa María. Estableció la administración de los cementerios públicos por el Estado o municipio y fue retirada cualquier administración eclesiástica, la no discriminación en la sepultura de los difuntos y prohibió el entierro en los terrenos de las iglesias.

Desde entonces a nuestros días mucho se puede decir de los cementerios, ya no hay aparentemente distinción religiosa, social o

cultural, sin embargo el poder adquisitivo o el poder de endeudamiento marca la diferencia entre una sepultura en patio común, mausoleo, ya sea en un cementerio tradicional o en un Parque cementerio. Dependiendo de la capacidad de compra de la familia del muerto, éste podrá “disfrutar” de algunos árboles que le den sombra, de una pileta, de más o menos jardines, o incluso del tamaño hacia abajo del hoyo en dónde se depositará el féretro que puede ser de madera sin cepillar, o con bordes de bronce, incluso con interior de raso.

Todos estos factores nos hacen sentir que hemos hecho algo por nuestro ser amado…cumplimos, pero…qué cumplimos?

Culturalmente hablando, en nuestro país tenemos historia desde hace miles de años y aunque Chile existe hace apenas 200, los pueblos pre existentes tenían bien clara sus formas de enfrentar la vida y la muerte, de acuerdo con sus propias costumbres.

Así podemos detenernos en cada una por mucho, sin embargo estudiarlas nos llevaría toda una vida, que por cierto sería una vida llena de argumentos para ser feliz, ya que las culturas indígenas en su “vida tan simple”, a los ojos de los hombres civilizados, tienen un sentido profundo y complejo que está siempre conduciendo a la armonía con el entorno, quizás es por ello que la muerte, simplemente es parte de la vida.


No hay muerte, solo un cambio de mundos…”. Jefe Seattle – Duwamish. Líder de las tribus amerindias suquamish y duwamish en lo que ahora se conoce como el estado de Washington


Asegurar que hoy en día podemos descifrar los misterios de la espiritualidad y formas de vida de los antiguos; sería más un acto de ignorancia y soberbia que sapiencia. Desde la llegada de los colonos a América, y la intervención violenta que produjo cambios en la visión del americano en su forma de ver,

vivir y reaccionar frente a este invasor que llegó para quedarse, y que con él trajo toda una nueva forma de ver la vida, y por lo tanto una nueva forma de ver la muerte. La culpa y el miedo llegaron para quedarse.

La asimilación y mestizaje a través de los años desde la llegada del colono a América comenzó con la evangelización, con ella, cambios en las costumbres de los pueblos, los que se fueron adaptando y adoptando nuevas formas de camuflar sus prácticas ancestrales, primeros con esta nueva forma de creer en un Dios que castiga al pecador.

Estas nuevas manifestaciones religiosas se transformaron en tradiciones, y folclore. Incluso llamativos medios de fomentar el turismo.

Tierra del Fuego en cambio tuvo una intervención tardía, la colonización de este vasto territorio sucedió amparado bajo los gobiernos de Chile y Argentina, y no fue hasta la llegada de los misioneros que empezó el trabajo de evangelización. Cabe destacar que la primera intervención fue la Anglicana de Thomas Bridges. Más tarde la llegada de la iglesia salesiana, con sus misiones “ San Rafael” “ Del Buen Pastor” ambas en isla Dawson y “La Candelaria” en rio Grande, Argentina marcarían para siempre un antes y un después en la vida espiritual de la gente de la zona Mucho se ha escrito de nuestro Pueblo, somos una cultura ampliamente documentada y registrada, y sin embargo teniendo tantos documentos, hoy en día nuestra cultura, cosmovisión e historia siguen siendo un enigma. La violencia que marcó nuestra historia, y el poco tiempo que tardó en asentarse el colono, fueron factores que impidieron tener una transición paulatina para los habitantes de toda la zona (Selk’nam, Haus, Yaganes, Kawesqar y Aonikenk)

No quedaron muchas fuentes propias para traspasar recuerdos y oralidad, pero es un hecho que quedaron, y aunque cada uno de estos pueblos, tenían costumbres y formas de vida distintas, coexistían en un espacio vecino y existían similitudes en aspectos de la vida.

Lamentablemente todos los registros existentes tienen en ellos la parcialidad de quien escribió, es por ello que para tener una idea hay que estudiarlos a todos, pero aun así podemos entender que desde atrás en la línea del tiempo, hay muchas versiones basadas en los primeros que solo fueron re contadas y re interpretadas según la visión personal de quien la escribió.

La forma de vida, la espiritualidad y las “ritualidades” están descritas, pero se interpretan desde una visión cristiana, el verdadero sentido es algo que nadie puede explicar, pues no hubo tiempo, no le dieron tiempo a mi pueblo para que pudiera expresarse o adaptarse….pero de todas las versiones escritas y de todas las interpretaciones, quienes tenemos la línea sanguínea y algunos chispazos de recuerdos re transmitidos desde los abuelos, podemos entender algunas costumbres familiares que podrían pasar casi desapercibidas

Entonces, vamos a revisar algunas costumbres pero a su vez intentare hacer paralelos con lo que podríamos decir se hereda sin conciencia de ello. Y voy a basar las costumbres antiguas en los registros de Carlos Gallardo

Para el Selk’nam u Ona la muerte es inevitable, no existe forma alguna de evadirla y es por ello que la acepta con estoicidad.

Cuando muere algún miembro del clan, deja fluir toda su pena sin tapujos, llora y grita, incluso se puede tirar al suelo para llorar su pena

Esto es más o menos estruendoso dependiendo si el muerto es un hombre o mujer admirado y respetado en la tribu

Si es un hijo el muerto, sus padres son los que más gritan, acompañándolos en un tono algo menor los demás parientes.

Las viudas ponen de manifiesto su dolor con gritos y llantos, se arañan y cortan las carnes con pedazos de vidrio o de hueso, dándose tajos en los senos y brazos, causándose a veces heridas de medio centímetro de profundidad.

Estas mismas manifestaciones de dolor se ven cuando hay un enfermo grave.

Es importante aclarar que todo el dolor que se expresa, es por la despedida de un ser querido y no una demostración para ganar algún tipo de favor del muerto.

Los groenlandeses, los comanches, los australianos, los tongas, tienen la misma costumbre de herirse en ocasiones análogas y hasta de mutilarse en algunos casos, pero donde la semejanza es mayor es

con los tasmanios a quienes vemos usar conchas y piedras para desgarrarse las carnes como muestra de cariño hacia los muertos. Los onas llegan hasta tajearse por la muerte de un amigo.

Las manifestaciones de dolor son siempre mayores cuando se trata de un varón. Así es que los llantos, gritos y demás demostraciones adquieren mayor importancia si el muerto es el padre, esposo, hijo, hermano o amigo, que si se trata de una madre, esposa, hermana, hija o amiga.

Entre los onas no se tiene la costumbre de algunos salvajes que cantan en honor a sus muertos, antes de ser enterrados, ni se hacen sacrificios de ninguna clase, ni hay oraciones, ni se relatan sus proezas.

Según los onas, una vez muerto el animal o la planta van desapareciendo poco a poco hasta que se vuelven nada. En cuanto al hombre dicen que su espíritu llamado MEHN sabe lo que pasa en la tierra, pero que no puede tomar participación alguna en las cosas mundanas. Llegan hasta decir que los truenos sordos, lejanos, son la voz de tal o cuál shamán ya muerto.

Para demostrar que están de luto, los indios, indias y niños se cortan el pelo del centro de la cabeza dejando una corona alrededor de esta, y se pintan la cabeza, la cara y el cuello con pintura bien colorada.

Esta pintura se usa generalmente unos seis meses, pero a veces se encuentran indios que a los dos años aún llevan luto. Entre los indios del norte tienen la costumbre de hacerse con pintura negra rayas y puntos en la frente, pómulos y carillos.

Apenas fallece alguno, se le envuelve bien y por completo en su propia capa (owle) colocándole algunos palos a lo largo del cuerpo para conseguir que quede bien derecho; luego se liga cuidadosamente con lonjas de cuero de lobo o guanaco, teniendo cuidado de que se distinga bien la forma de la cabeza. Nada puede dar una idea de la algarabía que se forma durante este acto de vestir al muerto.

Si la muerte ha acaecido de noche el entierro se hace al otro día por la mañana, y si de día, la operación se efectúa poco después de haber expirado. Generalmente la sepultura del Ona es nuestra madre

común, la tierra, pero como excepciones pueden citarse casos de haber sido depositado el cuerpo del difunto en alguna caverna y hasta dentro del tronco hueco de un árbol, según vine a saberlo durante mi estadía en la isla Dawson, donde fue hallado un cadáver envuelto en su capa, bien ligado y conservado en el interior de un precioso ejemplar de la flora fueguina. Lo que si podemos asegurar es que jamás se quema a los muertos.

No puede decirse que entierran muy bien a sus muertos, porque muchas veces sólo los cubren con palos y piedras, y en algunos casos llegan hasta ponerlos al pie de una barranquilla, y luego hacen que caiga la tierra sobre el cadáver, hasta cubrirlo completamente. Cuando cavan sepultura, lo hacen con palos y piedras cortantes. Lo que si siempre tratan de disimular bien el sitio en que entierran un muerto y lo consiguen de tal modo que pasando algún tiempo, es sumamente difícil reconocer el lugar en que se halla depositado el cadáver, cosa que no dicen por nada del mundo.

Todo lo que era de uso del muerto se destroza y se quema, menos los perros.

Si bien no saben lo que se hace el muerto, no creen que emprenda un viaje y en consecuencia no le ponen provisiones al lado, ni armas, ni ropas.

A pesar de las precauciones tomadas no siempre queda el cuerpo bien enterrado y entonces los zorros lo destapan y se lo comen. De ahí que el que haya visto esto jamás coma carne de este animal.

Cuando falta al cuerpo el calor que le da la vida, aumenta y a veces recién comienza el respeto del hombre por sus semejantes dignos de ser respetados. Y este respeto perdura aun cuando hayan desaparecido las carnes que daban forma, los músculos que daban fuerza, los ojos que miraban, la lengua que modulaba palabras, es decir, todo lo que en vida podía hacer temible al hombre. Y así es como vemos que los huesos de los muertos son respetados y hasta temidos, a tal punto que si accidentalmente el ona toca un hueso humano, se lavará las manos, las refregará con tierra y hará todo

cuánto pueda para adquirir el convencimiento de que ha desaparecido hasta el último vestigio de contacto o de olor. Llega su respeto o temor a los muertos al extremo de que evita pasar por un sitio en que haya perecido alguna persona.

A pesar de lo expuesto, entre ellos no existe el culto de los antepasados, que sería la consecuencia lógica y natural del respeto que profesan a sus muertos. El Ona indudablemente teme al muerto, temor que vemos generalizado entre todos los pueblos originarios del mundo, pero no exterioriza este temor, el respeto o el cariño en la forma que lo hacen en otras partes que llegan hasta considerar sagrado el sitio en que se entierra a un jefe, como entre los tongas o entre los neozelandeses en que se declara Tabu al lugar donde se le entierra.

Los Onas más bien siguen, en cierto modo, la práctica de los antiguos veddahs trogloditas que abandonan al muerto el sitio en que sus restos descansaban, y ellos iban a vivir a otra caverna.

Los sobrevivientes se apartan respetuosamente del sitio en que entierran a uno de los suyos y si su vida nómada los lleva de nuevo a tener que pasar cerca de ese mismo sitio, darán un rodeo tratando de alejarse de él.

Cuando una tribu se ve obligada a acampar cerca del lugar en que se encuentra enterrado uno de los suyos, los parientes y amigos pasan toda la noche cantando en recuerdo del muerto. Este canto es monótono e impregnado de melancolía.

Las grandes manifestaciones de cariño, de dolor y hasta de simple recuerdo, son solo hechas a los hombres que han sido merecedores de amor y respeto. Es curiosa esta costumbre, pues sabemos que nada de ello sucede en presencia del muerto, ni con ello se busca o espera beneficio alguno.

Refiriéndome los parientes del muerto diré que para ellos no hay palabras de consuelo, ese formulismo que vemos tan generalizado entre los pueblos civilizados.

La viuda es ayudada por sus parientes, quienes le suministran la carne que necesita para su alimentación y la de sus hijos, hasta que después de guardar luto por algún tiempo es tomada por esposa, llegando a veces a convertirse en mujer del matador de su esposo, si ha muerto en pelea.

De esta forma podemos hacernos a la idea de cómo era antiguamente el paso efímero entre la vida y la muerte para los selk’nam, sin embargo y al igual que todos los pueblos originarios, todo esto se conserva como parte de una historia que se intenta mantener en a memoria como parte de una identidad, es parte de nuestras culturas, pero que hoy en día no se puede replicar, ya que habitamos enmarcados en leyes que se dictan en forma arbitraria, sin tener en cuenta los aspectos culturales e identitarios de cada pueblo pre existente.

Las ritualidades han ido teniendo adaptaciones y los entierros solo se puedes realizar de acuerdo a lo legal….en un cementerio municipal, o

un parque cementerio, en donde se cumplen con todas las costumbres chilenas, pero escasamente dejan el tiempo o los espacios para cumplir con las costumbres y ritualidades ancestrales…la paradoja es que el chileno quiere saber, quiere poseer el conocimiento pero escasamente acepta vivirlo.

La muerte como experiencia personal es solo una parte de la vida, la identidad es algo que a veces parece ser forjada, pero que pasa con esas pequeñas partes de tu vida que no obedecen a formación sino a instinto??

Cada niño, niña, joven o adultos que lograron sobrevivir, pasó a ser más que un chileno, un fantasma viviente del pasado que no quería desaparecer, pero que la gente fue incapaz de ve.

Vivir la identidad sin conocer tu propia cultura es algo difícil de imaginar, pero más difícil de creer es que muchas familias Selk’nam

teniendo conciencia de ser Selk’nam y sin conocimientos de la cultura, la vivieron sin saberlo siquiera.

Es el caso de mi propia familia, que de alguna manera ha mantenido aspectos culturales en forma espontánea, producto de la imitación o continuidad de costumbres que nunca supimos eran Selk’nam, hasta ahora.

Al tener 12 años mi abuela materna enfermó gravemente, sabíamos que era tiempo de despedirla.

El último día, aquel negro día en que sacaron a mi abuela de la casa para llevarla a la clínica a morir, mi abuelo salió al patio y se abrazó al manzano…gritó y lloró como nunca lo había visto en mi corta vida. Todo el silencio que vi en él, toda la poca comunicación y la pasividad que él siempre desprendía se quebró e irrumpió en gritos y "sacudones" contra el manzano para luego abrazarse a él llorando.

No sé si el resto vio lo que yo vi, ya que todos en casa lloraban, extrañamente yo no…sólo me quedé observando el panorama y quizás mis 12 años no me permitieron entender en ese momento lo que significaba la muerte.

Fue la única vez que vi llorar de esa manera a mi abuelo.

Cuando llegó el cajón con el cuerpo de mi abuela, miraba a mi abuelo sentado entre la gente, o parado en el marco de la puerta distante, callado, había vuelto a su silencio habitual.

Camino del cementerio fue distinto, no tuve ocasión ni iniciativa para seguir paso a paso lo que hizo, pero no lo recuerdo alrededor del entierro, se desapareció de pronto sin que nadie supiera dónde estaba.

Recuerdo después la algarabía que hubo en mi familia porque todos lo querían linchar, ya que él se había ido a su casa y se había puesto a sacar, botar, y regalar todas las pertenencias de mi abuela. Recuerdo el dolor de mi madre, de mi tía…de mis hermanos mayores que sin duda sentían más que yo la perdida de los recuerdos de la abuela, ya que ellos entendían más que yo lo que sucedía.

Recuerdo que sin entender la profundidad de los acontecimientos sume mi sentir apoyando a mi madre que lloraba desconsolada, y no sabía exactamente que apoyaba , pero sume el enfado en contra del abuelo.

Ya de adulta, muchos años después se abrió ante mi la posibilidad de acceder a libros documentos e historias que me hicieron entender.

Al principio sentí culpa, pero luego entendí que todos somos víctimas de víctimas.

Curiosamente y frente a todos estos acontecimientos caí en el detalle…mi abuela fue enterrada y a excepción de mi madre, pronto nadie más acudió al cementerio, Cuando mi abuelo falleció se repitió el patrón sin que nadie dijera o hiciera algo para cambiarlo. Todas sus pertenencias fueron borradas y al igual que la abuela, fue enterrado en patio común sin que se mantuviera en el tiempo.

Nuevamente con los años mis hermanos y yo repetimos en silencio esta costumbre o tradición que era muy nuestra, nuestros padres al partir fueron llorados, amargamente, enterrados, y les dejamos ser parte del infinito, quizás sean una estrella más en el cielo, quizás son parte de la naturaleza, no lo sé. Pero si estoy segura que ahora que tengo conciencia, que se el por qué, quiero que mis hijos continúen con esta forma de dejar partir a los muertos cuando sea mi turno.


Poema de Lola Kiepja (1876-1966).

Estoy aquí cantando;

El viento me lleva

Estoy siguiendo las pisadas de

aquellos que se fueron.

Se me ha permitido venir a la

montaña del poder.

He llegado a la gran cordillera

del cielo.

Camino hacia la gran casa del cielo.

El poder de aquellos que se

fueron viene a mí.

Yo entro en la casa de la gran

cordillera del cielo.

Los del infinito me han hablado.

Hoohi ksmeten / El Refugio del Abuelo

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