LAS FLECHAS MÁGICAS
Autor : Hemany Inscripción Propiedad intelectual N° 2022-A-8290
Así lo contaban los
antiguos, así es como lo aprendí, y así es como yo lo cuento. Una vez hubo un harowen en el que dejaron de
hacer el tary porque los tiempos cambiaban, y el koleot invadía todo el
territorio que habitaba el Selk’nam desde que la memoria es memoria, tomaban
todo a su paso, devastaban la tierra, cortaban los árboles, perseguían al
guanaco, incluso, querían adueñarse del conocimiento y de las flechas de los
hombres.
Pero habían flechas que
no eran visibles a los ojos del koleot ,ni de los hombres ni mujeres, pero
telq’ las sentía a lo lejos, él sabía
que iban a gran velocidad, conocía su silbido al cortar el viento cuando hoohi,
su abuelo las lanzaba, y su corazón brincaba como guanaco en estepa libre,
corriendo por salvarse de ese certero flechazo… pero estas, eran diferentes,
eran mágicas, iban directo al corazón de la ballena que se sacrificaba por los
hombres, después de todo, antes ella también fue parte del harowen y no lo
olvidaba,
Hoohi no dejaba de
cantar al son del viento, mientras la garuga amenazaba en convertirse en
lluvia, pero a él parecía no importarle, estaba cantando, se le veía, se le
escuchaba, más no se le sentía, estaba lejos, y su canto parecía llegar a las
estrellas, mientras buscaba en el infinito con sus flechas invisibles a esa
ancestral ballena que sacrificaría su cuerpo para que sus hermanos en la tierra
puedan seguir con vida.
Telq’n, el niño lo
observaba y emulaba todos sus gestos y movimientos mientras el anciano, detenía
su canto de cuando en vez para lanzar las flechas, hasta que una de ellas dé,
el golpe certero que traería consigo a una ballena a la orilla. Luego harían
fuegos para invitar a todos los harowen de karokynká, a todos los que puedan
verlo. Llegarían a disfrutar de la fiesta de la abundancia.
El pequeño no tardo en
entender y descifrar el tary que llevaba su abuelo para llamar a la ballena
sagrada, y quiso ser un xo’on más poderoso que su abuelo, le preguntaba y el
abuelo tiernamente contestaba, era tanto el interés del niño, que el abuelo
sintió que debía empezar a instruirlo en el conocimiento de los hoowen, pues ya
tenía edad suficiente para demostrar que tenía las capacidades de aprender y
seguir con la tarea cuando él ya no esté.
Con tanto afán practicó
cada día las enseñanzas del abuelo, que con el tiempo se sintió listo, y tan
grande eran sus ganas de demostrar que era más poderoso que el xo’on del
harowen, que su ansiedad empezó a cegarlo, hasta que, en una entrada de
invierno, cuando todo el haroowen debió marchar arrancando del koleot, y la
carne empezó a escasear, debieron hacer campamento y los hombres salir de caza,
siguiendo el paso del yoowen, el xo’on, para ir previniendo los peligros y proteger
de la magia oscura del koleot a los cazadores, salió con ellos. -Cuida en mi
ausencia la salud de la familia-, encargó hoohi a su aprendiz, y él con
fastidio por no haber sido aun considerado hombre, sintió que su labor era
menos importante. Solo asintió en silencio mirando la turba que se esponjaba a
sus pies.
En cuanto los cazadores
se perdieron en la espesura del bosque Telq’n corrió al kawe del xo’on, saco
parte de los materiales que encontró para preparar el tary sagrado de su abuelo,
y corrió en sentido contrario al de los hombres, hacia aquel monte desde donde el
xo’on llamaba a Tanw, la ballena sagrada.
Cogió la pintura y
comenzó a dibujar en su rostro y cuerpo el tary mientras salía, desde su propio
diafragma el Ho, ho ho hooo ho ho…
En su corazón sabía que
no estaba autorizado para llamar a Tanw , que los hombres habían salido a cazar
y que la escasez mientras se desplazaban era normal, pues el koleot, no los
dejaba asentarse como antes, ahora era normal caminar antes de tiempo,
esconderse y que nada justificaba el invocar a la ballena sagrada, pero él
quería demostrar su poder, quería ser el xo’on más joven, quería que
reconocieran los mayores, que no necesitaba una iniciación, una prueba, para demostrar que ya estaba listo para
reemplazar a hoohi, el viejo xo’on
Ho, hooo ho hooo ho
hooo, seguía cantando hasta que se vio a si mismo con el mismo tary que el
abuelo usaba para invocar a las estrellas el poder de llamar a la ballena a la
orilla y comenzó su canto. Repetía y repetía, invocaba y llamaba.
De pronto cayó la
lluvia, más él no se detuvo, llegó a cantar Sheyt, casi sobre su cabeza, como
anunciando malos tiempos y cayó la nieve, pero no se detuvo, estaba tan cerca
que no detuvo su canto ho ho hoooo
El cielo oscureció
tanto y el viento lo azotó contra un árbol, pero él no detuvo su canto y cuando
ya estuvo listo saco las flechas mágicas y las lanzó cantando con más fuerza… ‘ochin
hooo ho ho o’chin hooo
Fue tanta la fuerza que
salió desde sus brazos que sintió cómo se incrustó aquella flecha en el cuerpo
de la ballena y sintió miedo, pero ya no podía detenerse…ho ho ho… comenzó a
tirarla con todas sus fuerzas, invocando a los ancestros, pero al terminar de
tirar …se encontró de frente con los ojos enfurecidos de Tanw, el espíritu
sagrado de la ballena, la ancestra estaba molesta, pues al no haber escasez en
el harowen, llamar a una ballena que se
sacrifique por los hombres, solo por la vanidad de demostrar poder, era un muy
mal acto que no correspondía a las enseñanzas de los antiguos.
Tanw enfurecida lo
arrastró hasta el mismo mar en donde debía ver con sus ojos el sufrimiento de
la ballena, hizo que sintiera su sufrimiento y que la acompañara durante su
agonía. Fue tal el terror que sintió el niño que prometía jamás volver a usar
el tary sin permiso, pero era tarde, prometió no volver a intentar ser mejor
que su abuelo, pero era tarde…juró que nunca volvería a desear ser otra
persona, se arrepintió de haber lastimado a la ballena y le pidió perdón, pero
la ballena parecía seguir agonizando sin remedio, hasta que en medio de su
arrepentimiento y dolor, se ofreció a morir en lugar de ella, le rogó a Tanw le
permitiese tomar su lugar, solo entonces la tormenta pareció amainar….
Tres días después
despertó con los cantos y el olor del asado…su cuerpo estaba débil y no pudo
moverse, fue Hoohi, su abuelo quien le sostuvo la cabeza y le acercó la concha
con agua para que bebiera, miró hacia afuera, la hoguera era gigante, todos
cantaban reían y bailaban…la caza había sido buena, había abundancia¡¡
Qué pasó peguntó el
niño… Hoohi con voz severa pero comprensiva, le dijo que, al volver de la caza,
las mujeres lloraban porque él había desaparecido camino hacia el gran mar…te
buscamos, solo el canto de la ballena que saltaba en el mar nos hizo mirar
hacia la playa, allí estabas en la orilla, mojado y casi muerto.
El niño se incorporó y
salió del kawe para reunirse con los otros niños, mientras el anciano le
pregunta algo confuso…no te vas a quedar aquí para aprender una canción sagrada
¿para sanar?
El niño quedó pensando
con la mirada en el infinito para responder, quizás cuando sea más grande,
ahora voy a jugar con los otros niños abuelo, el abuelo lo vio salir y en su
rostro se dibujó una sonrisa de agradecimiento.