Mucho se
dice de la conservación, la biodiversidad, la sostenibilidad y otros bellos
conceptos a veces inalcanzables para quienes viven el día a día sin entender
sus significados
Antes, mis
mayores, mis ancestros no hablaban de biodiversidad, ni de conservación, ni de
defender el medio ambiente, para ellos todo lo que se habla hoy en día sería
incomprensible.
Ellos vivían
desde la comunión con todo ese entorno que hoy se dice está en extrema
vulnerabilidad. Ellos eran parte del paisaje, y así lo entendían. Es por esta
razón que jamás tomaban de la naturaleza lo que en realidad no se necesitaba,
no se acumulaban cosas ni se guardaba para el futuro, porque la Madre Tierra
siempre proveía lo que era necesario para la vida, en el momento y lugar que se
requería.
El hombre
solo cazaba para alimentarse y vestirse, jamás para acumular pieles en señal de
riqueza, tampoco sacaba todos los frutos de un árbol, porque debía dejar que
las aves y animales del bosque se alimenten así mismo ellos dejaban que los
frutos restantes maduren y caigan al suelo para que vuelvan a germinar, de esa
manera de aseguraba el alimento para el futuro, dejando que la naturaleza siga
su normal flujo, los antiguos lo sabían y respetaban cada estación, cada ciclo y
cada proceso.
Hoy en día
la simpleza de lo cotidiano ya no tiene importancia, la sabiduría del que vive
en el territorio, que convive con el viento, con la nieve y con la historia
parece ser invisible a los ojos y conciencia del mundo, pues la arrogancia del
ser humano nos ha llevado a la multi clasificación, con términos rebuscados y
poco prácticos que el grueso de la población poco o nada entiende, es así como
las personas se alejan de grandes cruzadas y campañas porque no entienden la
verdadera dimensión de lo que se quiere explicar y no se sienten parte del
problema.
La muerte no
debería tener tantas formas de citarla evadiendo su significado, porque si
entendemos la dimensión de la muerte, entonces valoraremos la dimensión de lo
que significa en realidad la vida, sobre todo cuando está ahí ante nuestros
ojos y aun así no la vemos
Cuando
conocí las turberas, no le di la importancia que merecían, era un término que
asocié con otras cosas, pero cuando me di cuenta que estaba relacionado a los
humedales, literalmente pare las antenas, y me dedique a buscar información.
Nací en la
ciudad de Valdivia y los humedales que allí existen son impresionantes, maravillosos,
llenos de vida, y siempre están en peligro amenazadas por la avaricia e
ignorancia de algunos inescrupulosos. Desde que tengo uso de razón que ha sido
así.
Sólo cuando
entendí que estaba frente a un pariente cercano y casi mellizo del humedal
empecé a abrir mis ojos, mi mente y mi corazón.
Fue tal el
impacto que recibí en mi ser, que sentí la necesidad de conocerlas, de
acariciarlas y de hablar con ellas y contarle a todos lo que mi corazón escuchó.
Me di cuenta
que poco o nada se sabe de las turberas y toda la problemática existente y las
consecuencias que su destrucción podrían afectar al planeta. La gente común, la
que va de compras al supermercado, la que pasa su vida trabajando para vivir,
esa que paga impuestos y que nunca se cuestiona lo que la televisión dice, esas
personas no saben nada de las turberas, es más, algunas ni siquiera conocen el
término o no saben en dónde están, son como yo hace algún tiempo atrás.
Hablar de
las turberas es más que hablar de la sabiduría de la madre naturaleza, ellas,
como parte casi imperceptible en los paisajes románticos, esconden todo un
mundo y su propio sistema para dar equilibrio al ecosistema, ellas se alimentan
literalmente de lo que nosotros morimos, carbono…entre otras substancias es así
como la comparo con un hígado gigante en este bello cuerpo del ser más
grandioso que conozco, nuestro planeta.
Quizás uno
de los desafíos más grandes que he aceptado, fue ir a representar a mi pueblo a
la Minga Cop 25, en Madrid España el año 2019. Allí los representantes de
pueblos originarios de diversas partes del mundo llegaron a exponer sus
problemáticas medioambientales y pude darme cuenta que se habla poco o casi
nada de las turberas que existen en el mundo. En mi mundo, son las de Tierra
del Fuego las que cautivan mi corazón, pero todas, absolutamente todas merecen
ser conocidas y protegidas.
¿Cómo
explicarlo en forma simple? La turbera es un tipo de humedal donde se acumula
la turba una vez que se muere y la turba no es otra cosa que la acumulación de
materia orgánica vegetal en el proceso de descomposición a través de los años
(miles de años), ellos, en una danza invisible entre varios componentes se
convierten en cazadores de carbono, manteniendo la biodiversidad, también
almacenan grandes cantidades de agua dulce y lo que no es menor, conservan la materia
tanto tiempo que se convierten también en grandes protectores de patrimonios
arqueológicos, son algo así como museos vivientes de los que no debiéramos sacar
nada, ellos nos hablan del pasado y protegen el ecosistema para el futuro ,además,
son el hábitat de innumerables especies de flora y fauna.
La explotación
de las turberas constituyen un gran peligro en el ecosistema, y la
biodiversidad para las generaciones futuras, lamentablemente y desde hace mucho
tiempo, éstas se están viendo seriamente dañadas por la acción del hombre. La
turba se usa para sistemas de purificación de agua, también en el negocio de
tierra como abono, y lo que es peor, se están concesionando para la minería y
su extracción de agua.
¿Cuál sería
el punto?, dejar de ver a las turberas como un bien comercial que produce
riquezas sería una solución pero ya es tarde para eso, el ser humano no olvida
un punto definido cuando de por medio está la posibilidad de enriquecerse.
La verdad es
que debieran existir políticas para la defensa de las turberas, que regulen su
utilización responsable en procesos tanto productivos como extractivos, ya que
evitar que las exploten es casi imposible.
A esto
debiéramos sumar la información cercana y efectiva, un acercamiento entre los profesionales
que estudian largos años y que entienden estos procesos desde la ciencia, tendrían
que encontrar la forma de explicarlo en un idioma claro, sencillo y efectivo,
para que esa dueña de casa que va al mercado y vea esas plantas hermosas con un
rótulo que dice que tiene tierra de turbera, entienda que si la compra está
avalando un negocio que literalmente mata a pausa al planeta.
Un ser
humano que no tiene hígado muere, un ser humano con los riñones enfermos
muere….el planeta sin turberas, sin humedales y sin humanos conscientes correrá
el mismo destino, y con él nosotros, como seres vivientes y parte del
ecosistema
Mi corazón
hoy late más fuerte, porque estoy consciente que desde hoy será todo diferente,
ya no miraré el paisaje con los mismos ojos, ya no será solo un bello paraje para
tomar fotos o para plasmar en un óleo… o en un poema, desde hoy el latido de mi
corazón estará sincronizado con el de las turberas porque mientras mantengamos
los latidos fuertes, tenemos la esperanza de seguir con vida por muchas
generaciones.
Hemany
Junio 2020