Artículo incluido en el libro "Magallanes 1520-2020: Historias, Pueblos, Imágenes.
social-Editores
André Menard- Oscar Aguilera (Editores)
Facultad de Ciencias sociales. Universidad de Chile
Universidad de Magallanes
Introduciendo el tema
A
través de este trabajo narrativo intento compartir mi visión personal de los
aterradores sucesos ocurridos años atrás en Tierra del Fuego, y que hasta hoy
arrastran consecuencias a los descendientes Selk’nam, habitantes naturales del
territorio, a causa de un genocidio amparado por los estados de Chile y
Argentina, pueblo y genocidio no reconocidos por la historia oficial ni por el
estado de Chile.
Mi
experiencia personal, como ciudadana chilena y descendiente Selk’nam, me lleva
a la reflexión y análisis de lo que ha sido la realidad de muchas familias en
Chile, que viven su identidad bajo el anonimato y el miedo transmitido por los
que sobrevivieron a las masacres, ampliamente documentadas, que ocurrieron hace
menos de 130 años, lo que constituye una memoria histórica reciente. Los
Selk’nam nos encontramos hoy mimetizados con la población general y mayoritariamente lejos de Tierra del Fuego,
pero sin haber perdido el vínculo con nuestra cultura, nuestra memoria y
nuestra identidad, que permanecieron a resguardo entre las paredes de nuestros
hogares por varias generaciones. A fuerza de la negación social, y de ser
constantemente espectadores de homenajes, algunos simplemente caretas para
levantar negocios cimentados en nuestra cultura, hubo que sacar de alguna parte
la fuerza para levantar la voz y decir que los descendientes estamos vivos,
tenemos memoria y no volverán a callarnos.
En
este trabajo se encontrará algo de historia complementaria a la oficial, y se
conocerán algunos procesos de sobrevivencia de familias Selk’nam, impregnados
de discriminación y en medio de la negación del entorno frente a una realidad
que hasta hace muy poco tiempo no se quería conocer en nuestro país. Romper con
la barrera del imaginario colectivo ha sido muy difícil, el romanticismo que
rodea la memoria, que aun hoy en día se percibe en la zona, de un pueblo
pacífico e indefenso, masacrado pero rico en mitología y espiritualidad, ha
dado origen a una negación de la gente frente a la realidad, la cual es que los
Selk’nam de hoy no somos personas envueltas en cueros, no pintamos nuestro
cuerpo y no realizamos ceremonias. ¿O sí? Aun hay reticencia para aceptar que
sí hubo Selk’nam que sobrevivieron. Pero... ¿Cómo vivimos nosotros estos
hechos?
Se
habla mucho de mi pueblo, desde que entré al colegio hace ya tantos años, mi
percepción era que en Tierra del Fuego y los canales australes no había nada,
que era un espacio vacío, un territorio lleno de imágenes pre-históricas. Los
profesores apenas mencionaban esta parte del mapa y, si alguna vez se comentó,
sólo era para hablar de pueblos ya extintos, de la edad de piedra, de cazadores
que quedaron perdidos en el tiempo como antiguas razas de las que sólo hay
vestigios en algún museo. Pero dentro de mi hogar había otra realidad, una que
parecía ser un espejismo frente a todo lo que el entorno me transmitía. Veremos
por qué.
Llega el progreso a
Karokunká, comienza el genocidio
El
proceso de colonización en lo que hoy se conoce como América comenzó con la
llegada de Cristóbal Colón en 1492, y con él se inicia la llamada
“evangelización”, en la cual los habitantes del territorio se vieron
acorralados ante la ambición de estos visitantes, llegados para quedarse y
adueñarse de todo. Por el extremo sur del continente se empezaron a
desencadenar también procesos de intervención, como el paso de Hernando de
Magallanes por ATELÈLÈ, un brazo marítimo que
separa la isla grande de Tierra del Fuego o KARWKYNKÁ, en 1520. Este hecho marcó
el inicio de lo que se conocería como la colonización tardía de Tierra del
Fuego, en donde paulatinamente empezaron a llegar más embarcaciones y con ellas
hombres que no tardaron en encontrar razones económicas para quedarse.
Todo
este proceso de invasión, colonización y establecimiento de fuertes “en el
nombre de Dios” y la corona Española, trae como consecuencia la creación de la
República de Chile hace apenas 200 años. Y de alguna forma los pueblos pre
existentes en el territorio pasaron a ser parte de ella, y tuvieron que
asimilar y transar dentro de sus propias costumbres el cómo se adaptarían a
esta nueva forma de vida que el extranjero le imponía en forma violenta, lo que
produjo no solo el mestizaje entre personas, sino también la mezcla de
costumbres, idioma y otros aspectos que permitieron, a pesar de esta especie de
mimetización cultural involuntaria, mantener y defender la identidad a través de
los años.
La
tardía colonización de Tierra del Fuego no dio lugar a un proceso paulatino,
sino, por el contrario, se produjo una violenta intervención. Solo entre
mediados del siglo 19 y principios del siglo 20, ya estaba escrito el destino
del Selk’nam. La reducción de sus clanes a través de matanzas pagadas para
quitarles las tierras, y el exilio de los que fueron enviados a isla Dawson
para ser evangelizados por los Salesianos, es parte de la historia que se
conoce y reconoce oficialmente, pero existen otras, entre líneas, que aun
sabiéndose no se reconocen, como por ejemplo las acciones a través de las
cuales muchos Selk’nam fueron sacados en forma violenta y silenciosa de la zona
para servir a las familias de los colonos, o llevados en los barcos como
marineros, militares, o a las minas. Este hecho creó para sus espectadores
fueguinos la sensación de que no quedó Ona vivo.
Hubo
un hecho que, a pesar de saberse y estar ampliamente documentado, sus
consecuencias parecen ser invisibles para la historiografía. Y es que había
Selk’nam que aún vivían en tolderías y deambulaban por Tierra del Fuego
intentando mantener su forma de vida natural a fines del siglo 19. Esto se
aclara después de conocer el sumario de vejámenes cometidos en Punta Arenas en
1895 contra 165 indígenas Selk’nam que fueron capturados y aprehendidos en el
sector de Bahía Inútil, los que por acuerdo con los Salesianos que mantenían la
“Misión de San Rafael” en Isla Dawson, debían ser llevados a ésta, para su
evangelización y civilización. Sin embargo, por capricho del entonces
gobernador de Magallanes, Manuel Señoret, fueron llevados a Punta Arenas para
ser obsequiados como trabajadores a los colonos del círculo cercano del
gobernador. Al darse cuenta éste que sus amigos no querían aceptar a los
adultos por ser estos difíciles de enseñar, “domesticar o civilizar”, se
empezaron a repartir niños sin contemplación ni autorización de sus padres.
Degradación,
humillación
Aquí,
tenemos en forma clara y comprobada una de las tantas aberraciones a las que
fueron sometidas las familias Selk’nam, tratadas como objeto, pues sus hijos
eran arrebatados de los brazos de sus madres entre sus llantos y gritos sin que
los hombres pudieran ayudarlas. Familias completas fueron separadas. Los niños de
hasta aproximadamente 14 años fueron entregados a los vecinos de Punta Arenas
que quisieran tener un chiquillo para “educar” y tenerlo casi como mascota
exótica; estos niños eran enseñados para servir como mano de obra muy barata o
gratuita. Los que se consideraban mayores de 14 años fueron derivados y
entregados al trabajo tanto del cuartel de la policía como a embarcaciones, al
trabajo en las minas o llevados a las salitreras del norte. No podemos dejar de
mencionar que muchas de estas niñas y mujeres jóvenes fueron esclavizadas para
el comercio sexual.
Los
adultos, en cambio, fueron extraditados fuera de la ciudad, donde se les
levantó un campamento de casuchas, pues eran un “foco de problemas” para los
vecinos por sus costumbres tan “incivilizadas”. Allí muchos se enfermaron y las
mujeres eran continuamente abusadas. Estos nefastos episodios, a pesar de que
se conocen y están documentados, parecen haberse diluido desde las páginas de algún
libro. Existen registros gráficos y declaraciones que dan cuenta del
sufrimiento de las mujeres Selk’nam, que lloran y gritan por las calles de
Punta Arenas buscando a sus hijos, golpeadas por pedir que se les devolvieran; mujeres
que finalmente entregaban su trabajo y cuerpo para poder sobrevivir en esta
nueva y forzada realidad.
La
gran pregunta es ¿qué paso con todos estos niños Selk’nam, que fueron regalados
bajo la figura de adopciones irregulares? Mientras se desarrollaba el juicio se
conocieron testimonios que dan cuenta de que estos 165 Selk’nam no fueron los
únicos en este período de la historia, que se transaron como si fuesen
mercadería. Desde mucho antes, las tolderías Selk’nam eran atacadas, mataban a
los adultos y se llevaban a niñas, niños y jóvenes para ser entregados a
quienes los requerían. ¿Qué pasó con ellos? ¿Existen formas de cuantificar la
cantidad de ellos que fueron sacados y obligados a servir en las casas de los
colonos antes de 1895?
A
pesar de que se realizó un sumario y quedó clara la presencia Selk’nam en el territorio chileno, pareciera
que este capítulo de la historia nunca hubiese sucedido. El sumario se cerró
sin culpables ni castigos. Lo peor, nunca se investigó el paradero de niñas y
niños. Es como si el estado nunca se hubiese enterado.
Martin
Gusinde, conocido antropólogo alemán que llegó a Chile en 1918, hizo
importantes investigaciones sobre nuestro pueblo y dejó indiscutibles datos en
sus informes, los que debieran analizarse con más detenimiento.
En
su carta al señor gobernador de Magallanes predice un futuro devastador:
Señor Gobernador, Es
para mí un deber muy grato presentar a esta gobernación el informe sobre los
medios de proteger y radicar a los indios de la Tierra del Fuego en conformidad
a lo dispuesto por el señor ministro de relaciones exteriores, entonces Don
Luis Izquierdo, con fecha de enero de 1923 (L. C. Sec.CN, N°4); a fin de que
esta gobernación se sirva transmitir dicho informe a ese departamento.
1) En cuanto a los indios Ona que se encuentran en la isla grande de la
Tierra del Fuego, el infrascrito considera a nuestro supremo gobierno ya libre
de la obligación de intervenir en la protección de esta tribu, en cuanto todos
los sobrevivientes indios frecuentan, hoy en día, casi exclusivamente el
territorio Argentino.
En
el momento, Gusinde no consideró decir que “casi” no quedaban Selk’nam en
Chile, y olvidó mencionar a los que en aquella época se encontraban trabajando
como sirvientes con las familias de la zona, o a los que fueron sacados del
territorio. Puede haber sido por desconocimiento de los hechos o por pensar que
ya estaban chilenizados, absorbidos por la civilización blanca, razón por la
cual ya no se les debía considerar indígenas Selk’nam. Quizás fue una tendencia
de la antropología purista de la época. Con todo, queda claro a mi parecer que
Gusinde sí da fe, en su amplio trabajo, de que en los años 20 aún quedaban
tolderías con familias Selk’nam que intentaban mantener su forma de vida.
En
los años 60, la antropóloga estadounidense Ann Chapman terminó de sellar la
versión de la historia que nos da por extintos, pues al realizar su trabajo de
campo en Río Grande, no se tomó el trabajo de buscar Selk’nam en Chile. Podría
entenderse que si basó su trabajo en el de Gusinde, haya dado por sentado que
en Chile ya no quedaban; sin embargo, en Rio Grande mismo, ella trabaja solo
con dos mujeres, las que a su parecer eran de padre y madre Selk’nam, y niega el
derecho de identidad a todos los demás que, mestizos o no, eran Selk’nam por
derecho de sangre e identidad. Al morir Lola Kiepja (1966) y Angela Loig
(1974), presentadas por Chapman como las últimas onas de origen puro y últimas
hablantes del Selk’nam Chan (idioma Selk’nam), se asume extinto el idioma y con
él toda una cultura y un pueblo.
No
es el ánimo de quien escribe criticar a quienes debemos tanto testimonio
escrito de nuestra cultura. Por el contrario, les agradecemos haber cimentado
las bases para importantes publicaciones, merced a las cuales hoy en día
podemos cotejar la historia que se conoce como oficial con las historias que
han seguido respirando al interior de nuestras propias familias, casi como
leyendas. Nuestro proceso de vida ha pasado por etapas muy dolorosas que no nos
permitieron ser visibles al ojo de estudiosos y letrados.
Quizás
entenderlo puede ayudar a disipar tanta duda que cae sobre nuestra existencia
como herederos de una cultura milenaria que se ha resistido a morir, y se ha
mantenido escondida a resguardo del dolor que significa ser Selk’nam en estos
días. Lo primero que debemos entender es que no solo sobrevivieron niñas, niños
y jóvenes Selk’nam; también lo hicieron adultos que deambulaban en el
territorio tal como era su costumbre y que se asentaron en los alrededores de
la misión de La Candelaria, aunque mantuvieron su transhumancia entre Chile y
Argentina, mimetizados como peones de estancias. Una vez que se les vio trabajando,
con ropa a la usanza chilena y como parte de la nueva sociedad magallánica, ya
no se les consideró indígenas. Algunos emigraron a otras ciudades para buscar un
futuro lejos de los cortadores de orejas, y borrar de esta forma su rastro en
defensa propia.
Las
niñas y niños que salieron de Tierra del Fuego con edad suficiente como para
mantener recuerdos, se aferraron a ellos. La primera intuición de supervivencia
les hizo callar; el silencio y la obediencia los mantuvo con vida, pero no
olvidaron sus raíces, algunos mantuvieron incluso palabras, sonidos y
costumbres muy escondidas, las que una vez siendo adultos, traspasaron desde el
silencio a sus hijos, con temor. Solo quedaban los ejemplos que padres y madres
daban sin voz a hijas e hijos, se mantenía así una continuidad sin mayores
explicaciones. Los más pequeños fueron los más afectados, pues habiendo sido
destetados física y culturalmente tan temprano, no pudieron guardar memoria alguna;
estos casos son los más difíciles de seguir, pues aparecieron en alguna ciudad,
con nombre chileno pero sin pasado. Son seguramente los que dejaron una descendencia
sin memoria, con un vacío tan grande que sus descendientes hasta el día de hoy
viven con angustiosas sospechas de un origen incierto.
Atelèlè
fue mudo testigo de la llegada del progreso, la civilización y la industria a
la zona. El precio fue alto, y fueron los pueblos indígenas prístinos quienes debieron pagarlo.
La discriminación de
ayer y hoy: el estado chileno
Cada
año las fechas marcan la historia para los pueblos primigenios que coexisten en
Chile. Por ejemplo, junio es el mes de los pueblos originarios, y se ha
instaurado como feriado legal el día 24, que coincide, días más o días menos,
con el solsticio, un acontecimiento natural que para ningún pueblo originario
de América del sur es indiferente. Sin embargo, se desconoce su verdadero
sentido desde la vivencia y la conciencia cultural. Se realizan diversas
actividades que sin duda se organizan con nobles intenciones, pero que
cobrarían un mayor rigor y más fuerza si se sustentaran en el conocimiento a
partir de los protagonistas de su historia. Es así que observamos con desazón
que un espíritu paternalista sigue primando desde la institucionalidad y la
academia hacia las culturas que se quiere “homenajear”.
No
basta la sola interpretación de una costumbre o ritualidad, ya que las personas
indígenas tienen hoy la preparación para hablar por sí mismas, y esto hace que
en los hechos sigan siendo discriminadas y tratadas indirectamente con un poco
sutil paternalismo. Y es que cuando la interpretación de lo nuestro por alguien
que no es indígena asume una forma vicaria y se posiciona como referente, ese
alguien se muestra como interlocutor de quienes esperan y tienen todo el
derecho de expresar y enseñar su cultura, tal y como se les ha traspasado por
herencia y tradición. Esta es una situación que no ha cambiado y que seguirá
latente mientras no exista una valoración de lo que es el sentir desde el
interior de una cultura. La interpretación y clasificación, ya no en manos
ajenas, sino además inconsultas, podrían verse como sobrepasando los límites de
un legítimo derecho al respeto.
Volvamos
atrás, la discriminación heredada de generación en generación, junto con la
llegada de las primeras embarcaciones que cruzaron el Estrecho, se propaga
hasta el día de hoy por diferentes vías. Es así que grandes personajes que la
historia oficial mantiene de referentes, como Charles Darwin, cimentaron la
idea de que los fueguinos eran seres inferiores, sin alma, casi animales… A
partir de esto podemos entender que muchas personas se apoyaron en esta teoría
para hacer la vista gorda de todos los abusos que ocurrieron en pos de un
progreso que era para todos, menos para quienes habitaban por miles de años en
el territorio.
Tomar
una mujer Selk’nam, Aonikenk, Yagan o Kawésqar para la entretención y
satisfacción de los hombres rudos que llegaron a poblar estas lejanas tierras,
y preparar el camino para los colonos que llegarían a habitarla, era una feroz
e inhumana acción contra seres humanos, pero sin embargo no era un problema y
no se consideraba una falta de escrúpulos. Tomar mujeres, niñas y niños
selk’nam para satisfacer la carencia de personal de servicio en las casas de
los colonos no era problema; era según percibimos hoy en día, aprobado por la
iglesia y la sociedad y era algo brutal que no obstante no tenía mayor
trascendencia; era como ofrecer/adquirir una cosa o una mascota de la cual se podía
tener dominio y propiedad. Por lo menos es la impresión que tenemos como
descendientes del pueblo Selk’nam. Nuestras historias son así, poco elegantes,
sin filtros. Sin miramientos podemos decir con la cara limpia y de frente, que
nuestros abuelos o bisabuelos y bisabuelas fueron usados, comercializados,
tratados como animales, expuestos en zoológicos, circos, e incluso ignorados
por la sociedad por el solo hecho de ser Selk’nam. Cuando hablamos de la gran
herencia cultural de la que estamos muy orgullosos, también hablamos de la
herencia discriminatoria de la que hemos sido objeto por más de 100 años.
Aun
en conocimiento de que del lado Argentino, en la misma Tierra del Fuego existe la
comunidad indígena Selk’nam “Rafaela Ishton”, se insiste en cerrar los ojos y
no se quiere ver la realidad, pues si del lado Argentino hubo sobrevivientes, ¿por
qué no del lado chileno? Pero hemos optado primero por el silencio, la cautela...
Hemos heredado el temor, pues cada vez que hubo alguien que se proclamara
descendiente de nuestra cultura, ha habido todo tipo de acoso sobre esa persona,
y se les han exigido pruebas y denostado a quienes tuvieron la valentía de
hacerlo. Más de alguien prefirió emigrar y quedarse del lado argentino... o
sumirse en el silencio y pasar inadvertido, para evitar el acoso y la
violencia.
Ya
no nos cortan las orejas como en la época de los primeros estancieros, pero en
cambio, nos miran en menos, no nos consideran, nos tachan de farsantes y nos
exigen pruebas. No solo cortaron las orejas de nuestros abuelos, también cortaron
los lazos entre quienes sobrevivieron, unos lejos de otros, sin saber si hay
más, e hicieron difícil averiguarlo. El saberse descendiente en la más absoluta
soledad, en medio de un entorno que nos grita que estamos extintos por todos
los medios posibles, ha hecho que la existencia silenciosa del Selk’nam haya
devenido en violenta y traumática. ¿Cómo ser quien eres, si todo a tu alrededor
dice que ya no existes?
Alguna
vez me han enrostrado mi calidad de mestiza y no lo niego, sí, soy mestiza
porque mi gente fue abusada, saqueada, expuesta como pieza de museo, como
animales de circo. Soy mestiza porque nuestras mujeres fueron violadas, porque
nuestros hombres fueron aislados y esclavizados, porque se unieron a otras
mujeres con las que pudieron legar su sangre y sus recuerdos. Para nosotros el
mestizaje fue la salvación. Y sí, soy mestiza pero por sobre todo soy Selk’nam
porque esa fue mi herencia.
Nuestro proceso
actual de reivindicación legal
En
la actualidad, los Selk’nam nos encontramos mimetizados en la sociedad chilena;
invisibles, caminamos por las calles a veces con incertidumbre, con temor, con
dolor... pero con toda seguridad, siempre nos acompaña el orgullo de ser
herederos de una cultura que está presente en la memoria, en el hogar y en el
corazón.
La
historiografía es caprichosa, porque releva los aspectos importantes para aquel
que la escribió, y silencia los que estorban o le parecen sin importancia. Por
lo general, quien escribe la historia y la determina es quien o quienes han
sido beneficiados, o han vencido en un período determinado. Es por ello que se nos
enseña desde el capricho de quienes vencieron gracias a una posición de poder
privilegiada. Desde tal perspectiva resulta fácil entender por qué se niega la
existencia del pueblo Selk’nam. Y es que las versiones oficiales dan cuenta de
hechos inhumanos y vergonzosos que tuvieron lugar en Tierra del Fuego. La
historia que se cuenta es muy cierta, pero está incompleta. Se omite en esta
historia la versión de aquellos que por diferentes razones, no se encontraban
en los lugares donde todos murieron. Ya sea porque, como ya reseñamos, fueron
entregados a los colonos para el servicio doméstico, para el trabajo de las
minas, para las faenas de las estancias, o fueron sustraídos de su tierra para
reclutarlos como marineros, militares o simplemente porque hubo familias que huyeron
de los secuestros y masacres ocultándose por sus propios medios. Poco se conoce
de estas historias, y es porque se han mantenido ocultas, primero en un acto de
supervivencia de quienes se sabían en peligro de vida, luego el silencio se
traspasó a los hijos, a lo que se sumó la vergüenza acrecentada por la gran
discriminación que trajo consigo el proceso de chilenización y homogenización
cultural. Dígase de paso que este proceso fue transversal para todos los
pueblos originarios de América. Los Selk’nam no fuimos la excepción y pasamos
desde el exilio y la enajenación cultural violenta, al silencio y la
resistencia a una discriminación sin tregua hasta el día de hoy.
Cambiar
la realidad es un desafío para todos los Selk’nam que nos encontramos en la
actualidad dispersos en el territorio nacional y en el extranjero. No obstante,
frente a los antecedentes aquí expuestos, queda claro que el hecho de que
seamos un pueblo en período de invisibilización no significa que no estemos
vivos, y muy por el contrario, nos hemos erguido con más energía que nunca para
enfrentar la negación, la resistencia frente a nuestros argumentos, la
incredulidad provocada por la desinformación, el hasta ahora bajo interés de la
academia por entender los procesos de supervivencia de cada familia, y la
absoluta indiferencia de un estado que da por hecho que no
existimos, sin hacerse cargo de la responsabilidad que le cabe en las atrocidades
del pasado. Todos estos aspectos hacen de nuestro trabajo una odisea diaria
tanto en la vida cotidiana para mantener nuestro legado al interior de nuestros
hogares, como en nuestra comunidad, así como en los esfuerzos por crear
espacios de diálogo e interacción con diferentes organizaciones o entidades del
estado, pues para este ya existe una postura oficial.
El
reconocimiento del genocidio Selk’nam y Aonikenk (tehuelche del sur) por parte
del estado fue planteado en 2007, cuando el entonces senador por Magallanes,
Pedro Muñoz, presentó una moción que fue discutida en las comisiones de cultura
del Senado y de la Cámara de Diputados. En la cámara alta el tema se debatió y
se hizo referencia al informe de la Comisión de verdad histórica y nuevo trato
con los pueblos indígenas, que definió como genocida la ocupación de Patagonia
Austral y Tierra del Fuego, sin embargo los señores Andrés Chadwick y Mariano
Ruiz-Esquide plantearon reemplazar el término genocidio por extinción, dadas
las consecuencias que se pudieran generar para el estado al hablar de
genocidio; este planteamiento fue respaldado por el entonces senador Carlos Cantero.
Esto llevó a que se aprobara por unanimidad reconocer “la extinción de las
etnias”. Por otra parte, una vez pasado el proyecto a la Comisión de educación
de la Cámara de Diputados, se resolvió utilizar el concepto de genocidio. En discusión
plenaria, los diputados Giovanni Calderón, de la Unión Demócrata Independiente,
UDI, y Jorge Sabag del Partido Demócrata Cristiano, PDC, se opusieron al
reconocimiento del genocidio, “pues el delito de lesa humanidad no prescribe y
puede derivar en indemnizaciones” a las víctimas. El interés presupuestario por
sobre la verdad histórica.
Desde
entonces el proyecto de ley permaneció sin urgencia, hasta marzo de este año
(2019), cuando por iniciativa de la senadora Carolina Goic, se aprueba una
moción que establece el genocidio de los pueblos Kawésqar, Yagán, Selk’nam y
Aonikenk, y que se levantará un memorial en la comuna de Porvenir, en Tierra
del Fuego, como recordatorio de que nunca más debe suceder en nuestra historia
un hecho como el ocurrido con nuestro pueblo.
Esta
Moción fue semejante a un terremoto bajo nuestros pies, pues saber que se
reconoce legalmente el genocidio es una muy buena noticia, pero sin embargo,
esta misma ley establece desde su espíritu y redacción, que tanto los Selk’nam
como los Aonikenk estamos extintos. Seguimos viviendo en medio del genocidio.
Estamos, somos, pero no nos ven ni reconocen.
Desde
el momento en que se dio a conocer esta noticia, reaccionamos como comunidad y
nos enfrentamos a grandes decisiones. Callar significaba avalar nuestra
extinción legal. Levantar la voz era enfrentarse con todos los miedos
heredados, luchar no solo con la historia, sino también con el estigma y la
oficialidad. La gran pregunta en ese momento fue: ¿estamos preparados,
sicológicamente, emocionalmente, espiritualmente, académicamente y, por sobre
todo, legalmente para hacerlo?
No
hubo mucho tiempo para analizar nuestras posibilidades y simplemente reaccionamos.
En menos de una semana hicimos una declaración pública en la que manifestamos
nuestro sentir, enviamos una carta a las Naciones Unidas y comenzamos un
desconocido camino hacia la visibilización violenta, así como todo ha sido en
nuestra historia, pero esta vez decidimos nosotros.
Cabe
destacar que hace algunos años –algo que seguramente muchos recordarán–, se
elaboró una petición a través de change.org, iniciativa de Nicolás Gómez,
Alberto Harambour y Jorge Marchante, quienes la dirigieron al entonces Intendente
de la Región de Magallanes y la Antártica Chilena, Jorge Flies Añón. En ella se
demandaba el reconocimiento del genocidio Selk’nam por parte del estado de
Chile y el inicio de un proceso de reparación histórica que incluyera el levantamiento
de un memorial, la repatriación de los cuerpos de los Selk’nam deportados y la
dignificación de la memoria de las víctimas de la colonización.
Indudablemente,
estos gestos son desde nuestra perspectiva un aporte, no obstante, en estas
acciones no existe ningún estudio previo que tenga el ánimo de investigar si es
verdad que estamos extintos. Continuamente somos espectadores de homenajes,
encuentros, conversatorios, análisis y estudios sobre nosotros, pero sin
nosotros. En ellos solo se plantean discusiones del pasado y se niega la sola
posibilidad de nuestra existencia y continuidad cultural en el presente. Aunque
es importante reconocer, de nuestra parte, que los últimos acontecimientos
desde marzo a la fecha han producido reacciones que nos favorecen, como por
ejemplo, el interés de académicos y políticos por conocer nuestra historia...
esa que no es oficial.
Las
reacciones fueron diversas, pero sin duda las energías y nuestros ancestros nos
favorecieron. Comenzamos un arduo trabajo para llegar a los diputados,
conversamos con muchos, que accedieron a conocernos y escucharnos, y redactamos
un proyecto de Ley con la imprescindible ayuda de un hermano Quechua aymara,
nuestro asesor Ariel León, a quien confiamos este nuevo capítulo en la historia
y procesos de nuestro pueblo.
Nuestro
proyecto de Ley solo tiene una petición, agregar una coma”, y el pueblo
Selk’nam”
Este
proyecto tuvo una amplia acogida y fue así que el día 6 de Agosto del 2020, fue
ingresado con el apoyo y firma transversal de todas las bancadas. NO apelamos
al setido político partidista, apelamos al humano consecuente con la justicia y
a la tremenda necesidad de nuestro país de conocer la historia en todas sus
versiones y de reparar el derecho a la existencia de un grupo humano que aún se
encuentra invicibilizado y sin derecho alguno.
Fueron
muchas las reuniones con parlamentarios, con la comisión de Pueblos originarios y derechos humanos en donde
hubo una votación unánime en favor de nuestro proyecto, con el ministerio del
desarrollo, con el Padre Innstructor de la Iglesia Salesiana, y con todas las
personas que teniendo o no algún cargo en la politica o academia chilena, era
para nosotros valioso su tiempo y que nos diera la oportunidad de darnos a
conocer.
Muchas
puertas fueron tocadas, y muchas se abrieron.
Los días 23 y 24 de junio del mismo año fueron
decisivos, nuestro proyecto de Ley fue puesto en tabla, y su discusión no fue
fácil, pero el día 24, como un buen augurio y muy simbólicamente, en el día de
los Pueblos Originarios en chile, nuestro proyecto fue aprobado por 148 votos a
favor y dos abtenciones.
Un
primer avance que fortalece a nuestro pueblo, y que transforma tanta desazón en
esperanza. Estamos a la espera de la segunda instancia. La historia de esta
etapa aun no se puede contar, sin embargo nada parece fácil,
La
realidad es espinosa, pero a la vez contrasta con el intercambio de hermosas
experiencias de vida, el reencuentro con la cultura Selk’nam, el conocer nuevas
familias que se encuentran frente a frente con sus historias, y sin lugar a
dudas, el saberse Selk’nam es una felicidad y un orgullo, que difícilmente se puede describir con palabras.
Hubo que esperar mucho en medio del silencio y la incertidumbre. Gracias a la
globalización ha sido posible comenzar, a través de la web, una comunicación
entre personas que se auto identificaban como descendientes Selk’nam. Aun cuando
siempre hubo conocimiento, en algunas familias, de la existencia de otras, y hubo
lazos entre ellas a pesar de la distancia, se trató de una comunicación
interna, sin el ánimo de proclamar ni hacer pública alguna posición específica.
Ya desde el año 2000 en adelante, se asomó un tímido proceso en el que se
empezaron a reunir estas personas y comenzó a nacer la necesidad de mantener el
vínculo para recordar y compartir historias familiares, y evocar a los
ancestros. Empieza así el resurgimiento de una comunidad Selk’nam en Chile
Símbolos y
organización
Hay
de por medio todo un trabajo y dedicación silenciosa por mantener la memoria,
algunas costumbres que, a pesar de toda la intervención y manipulación
cultural, se resisten a desaparecer al interior de nuestros hogares, nadie
planificó, solo se empezó a vivir la necesidad de reunirnos para hacer familia,
para hablar de lo que cada uno tenía como retazos de recuerdos. Ya en el año
2010 nace un primer símbolo que comienza a identificarnos, una bandera que nos
acompañaría hasta el 2017 cuando conocimos la bandera ancestral que
confeccionaran las niñas de la Misión Salesiana de Isla Dawson y que se
encuentra en el Museo Salesiano Maggiorino Borgatello de Punta Arenas, esta
bandera se queda como símbolo del dolor y la esperanza de nuestro pueblo y con
la que hoy en día nos sentimos unidos y nos damos a conocer. Junto con ella,
nos quedamos con el ejemplo de una gran mujer que nos incentivo a querer
trabajar y ocuparnos de aquellas familias y personas que aún deambulan en el
territorio, que se saben descendientes pero no tienen la posibilidad de conocer
más de sus propias historias. Fue así como tomamos el nombre de Covadonga para
autonombrarnos como comunidad indígena.
No
pretendemos crear la sensación de que estamos re-creando una cultura, ya que
somos nosotros lo que queda de ella, somos los vestigios y los chispazos de la
memoria que resistió… y no queremos levantar una falsa expectativa. La forma de
vida natural de nuestros ancestros, la transhumancia y la caza, son
efectivamente una forma de vida que se perdió en el pasado y que hoy se
recuerda con nostalgia. Somos el resultado de una intervención violenta, sin transición,
pero sí, somos los Selk’nam de la actualidad, los que van a la peluquería, los
que aprendieron desde la escuela de población, que fueron al liceo y que
siguieron estudiando con sus propios medios; somos los que tenemos trabajos
como cualquier otro chileno, en alguna ciudad de este país o en el extranjero.
Lo que nos hace diferentes es el gran legado de sangre que tenemos y
compartimos, nos sabemos descendientes, nos duelen las historias de las familias,
nos une el sentido de no pertenencia que heredamos junto con el dolor del
exilio, la enajenación cultural, la identidad truncada y la imposibilidad de
tener una historia clara y consensuada como todos los chilenos. Nos piden
pruebas… nosotros pedimos herramientas para encontrarlas, antes que nuevamente
se cometa otra injusticia.
Poco
a poco fuimos siendo conocidos y reconocidos por organizaciones de otros
pueblos, las que nos acogieron. No pasó mucho tiempo y nació la necesidad de
participar como organización. Así fue así como nació en el año 2015, la
“Corporación del Pueblo Selk’nam por el Rescate, Valoración e Identidad
Cultural”, más conocida como Corporación Selk’nam Chile.
Es
a través de la corporación que pudimos ordenar los esfuerzos y materializar
nuestra participación en la sociedad chilena. La corporación nos ha permitido
ser parte del trabajo de la Oficina de asuntos indígenas de la comuna de
Santiago, capital de Chile; también nos llevó a crear un nexo muy importante
desde 2015 con la universidad Católica Raúl Silva Henríquez, que es una
universidad salesiana, la que nos ha acogido y brindado todo del apoyo para dar
inicio a nuestras primeras investigaciones, acompañados y guiados por sus académicos.
También pudimos participar de consultas indígenas, como las de Salud, Cultura y
Educación, y sobre el proceso constituyente, todo lo cual, de alguna forma, nos
reconoce ya como pueblo y cultura viva.
Podría
citar más instancias de apoyo, como otros municipios que nos consideran
constantemente, como Recoleta, pero sin embargo, lo relevante es destacar el
hecho de que hoy en día existen instituciones y redes de apoyo que nos permiten
tener una ventana de esperanza. En la actualidad, estamos concentrados en el
proceso legal, para solicitar a través de un proyecto de ley nuestra integración
a la Ley Indígena Nº 19.253, y no menos importante, no dejamos de ocuparnos del
espíritu que nos llevó a crear una corporación. El fortalecimiento de nuestra
cultura, el rescate de nuestros hermanos que aún no tienen posibilidad de
conocer sus historias de familia, a través de estudios de oralidad,
historiografía y genealogía.
En
este trabajo, el rol de la mujer es muy importante, ya que al ser mayoría,
tenemos también la responsabilidad adquirida en forma voluntaria de alimentar
los nexos entre nuestras familias, de fomentar la artesanía y gastronomía, como
también apoyar a todas aquellas familias que, felizmente, van apareciendo, sin
olvidar que todas hemos pasado por la tristeza de no saber que hay más selk’nam
con conciencia de su ascendencia, cuestión que por generaciones nos hizo pensar
que estamos solos en el mundo. El re-encuentro con estas familias nos
enriquece, nos entrega más fragmentos de memoria que van conformando un gran
tapiz de memoria colectiva que de alguna manera explica cómo ha resistido
nuestro pueblo a una política de exterminio, a un genocidio, a la enajenación
cultural, al exilio; del mismo modo queda en la memoria la resistencia que
hemos ofrecido a través del mestizaje frente al riesgo de nuestra desaparición,
para así defender no solo nuestra existencia, sino también nuestro patrimonio
histórico, cultural y espiritual.
El
Selk’nam es, en la actualidad, uno más entre millones de chilenos; usamos las
redes sociales, los teléfonos inteligentes, tenemos carreras convencionales y
vestimos a la moda como cualquier otra persona. Quedó atrás el romanticismo de vestir
pieles y salir a cazar, mas ello sigue siendo parte de nuestra historia cultural,
la que seguimos traspasando de generación en generación. En silencio, esperamos
el día en que no tengamos que defendernos por el solo hecho de ser
descendientes de un pueblo que por desconocidas conveniencias, a causa de
diversos malentendidos o por comodidad, se prefiere pasar por alto y
catalogarlo como extinto.
Hema'ny Molina
Karwkynká:
nombre original de la isla grande de Tierra del Fuego.